Francisco Lersundi Hormaechea

[3]​ De esta forma padre e hijo lucharon contra los carlistas en territorio guipuzcoano.Poco tiempo después se le encargó sofocar la sublevación progresista en Zaragoza (octubre de 1843).Las tropas de Lersundi permanecieron en la capital aragonesa hasta agosto del año siguiente, en que pasó destinado a Valladolid.La inestabilidad en Portugal llevó al gobierno español a situar fuerzas en la frontera entre ambos países, para evitar un resurgimiento de la guerra civil.Decidida la intervención española, sus tropas entraron por el norte del reino hasta alcanzar la ciudad de Oporto.Por esta razón se encontraba en dicha capital cuando se produjeron las sublevaciones de 1848, desencadenadas como eco del fenómeno del mismo signo europeo, en cuya represión, desplegada por Narváez, intervino activamente, hecho que le valió el ascenso a mariscal de campo (26-3-1848).Nuevamente se le envió a enfrentarse al alzamiento de los carlistas en Cataluña.Su salida del Ministerio significó un cambio en las misiones que se le confiaban.Un mes más tarde se le nombró (11-5-1852) capitán general de Castilla la Nueva.Máxime cuando la reina María Cristina y su entorno retiraron su apoyo al gobernante extremeño, enjuiciado por la negociación de su reforma constitucional.Tras el fracaso del gobierno presidido por Bravo Murillo, se formaron otros dos, bajo la influencia de la reina madre María Cristina, presididos por Federico Roncali y el segundo por Francisco Lersundi (14-4-1853/19-9-1853).Junto a él se encontraba Pedro Egaña, uno de los políticos vascos más relevantes del siglo XIX.La caída de Narváez, a cuya actividad política estaba fuertemente unido, implicó su destitución.Al regresar Narváez a la presidencia del Consejo de ministros, Lersundi fue nombrado director general de infantería (1-10-1864/25-6-1865), cargo en el que cesó al ser desposeído del poder su protector.Resultaba evidente que las nuevas autoridades revolucionarias no podían contar con un hombre tan ligado al partido moderado pero tampoco podían herirle con una destitución deshonrosa, fue enviado a Cuba para dirigir la guerra contra la insurgencia que había estallado en 1868.Cogido por sorpresa ante “el grito de Yara” (10-10-1868) e incluso subestimando en sus orígenes las consecuencias del movimiento independentista encabezado por el abogado y rico propietario Carlos Manuel de Céspedes, adoptó más tarde enérgicas medidas.Un bloqueo para el que no vaciló en acudir –a veces, mediante requisa– a embarcaciones particulares.Una vez regresado a la Península y fijada en esta ocasión su residencia en Deva, Lersundi no tuvo una participación política activa debido en gran parte a la descomposición casi completa en que se hallaba el partido moderado.Probablemente la fama alcanzada en la campaña cubana y, sobre todo, la afección y confianza reveladas hacia él por Isabel II, harían que la reina destronada pusiera en el verano de 1869 particular empeño hacia una restauración de la dinastía que Lersundi consideraba muy poco madura aún.Desde un principio, Lersundi insistió en el carácter político que ante todo debiera revestir la operación: “La causa de V.M.Poco tiempo después (3-10-1869) se le concedió un permiso de seis meses para viajar por el extranjero.La respuesta del general Prim (2-5-1870) indicaba claramente el fondo de la cuestión: “Siendo notorio que V.E.