Francisca del Santísimo Sacramento

De buena educación y condición holgada, sorprendió a su familia el día del Corpus de 1582 con la decisión repentina de convertirse en monja conforme a una visión en la que Jesucristo se le había aparecido transmutado en la Sagrada Forma.

Por mucho que sus padres intentaron persuadirla, en 1583, con 22 años, ingresaba como novicia en el convento de la Santísima Trinidad de Soria, donde Sor Catalina de Cristo ejercía como Priora.

[3]​ Desde muy joven padeció diferentes visones como viajes al infierno, visitas del demonio, personas conocidas y desconocidas que no caminaban entre los vivos o apariciones de la Virgen y de algunos Santos.

Aunque sus superiores, temiendo que estas visiones fueran producto de su imaginación le habían prohibido expresamente hablar con las apariciones, viendo que no cambiaba, le impusieron como penitencia escribir todos los testimonios que recibiese.

Los tres últimos años de su vida los empleó en recopilar todo por escrito, cediéndoselo posteriormente al Obispo de Pamplona Juan de Palafox y Mendoza, quien lo publicaría en 1661 bajo el título: “Luz para los vivos y escarmiento a los muertos”.