En la primera parte del poema ―el Infierno―, en el canto V, el Dante protagonista se encuentra con los personajes de Paolo Malatesta y Francesca da Rimini, dos nobles enamorados.
Tras su muerte, Paolo y Francesca son postergados a permanecer en las entrañas del Infierno, dominados por un fuerte viento que los zarandea y mueve de acá para allá; sin que puedan alcanzar, con sus pies, el suelo nunca más.
[1] Chaikovski emplea la idea visual expuesta por Dante para construir una imagen sentida; actualiza la figura de Francesca adhiriéndola a su contexto.
De todo esto, Chaikovski, tras dialogar con sus seres queridos, decide contraer matrimonio con una mujer y así callar los rumores que circulaban por la ciudad.
No se atuvo exclusivamente a las tradiciones rusas, como la mayoría de sus compatriotas, sino que miró al Occidente.
[3] Sin embargo, a pesar de pertenecer a un mismo latir que se expandía por toda Europa, conocido como Romanticismo, con su obra, dedicada al pasaje dantesco, rechazó el camino que seguían en la poesía autores como Keats (1975-1821) o Wordsworth (1770-1850), quienes entendían que el medio para expandir las posibilidades expresivas debía ser el lenguaje musical.
Por ejemplo, Franz Liszt, quien ejerció sobre Chaikovski una profunda admiración, también había tomado La Divina Comedia para componer su Dante Symphony S. 109 en 1857.
Liszt anota en su extensa partitura sinfónica citas de Dante que nos dan las claves programáticas del discurso musical.
Francesa y Paolo, al igual que los demás “’dannati”’ que hay en el segundo círculo, están ahí por haber sometido la ragion al talento, mientras que el amor de Dante hacia Beatrice responde a un dominio de lo racional sobre lo impulsivo:Intesi ch’a così fatto tormento/ enno dannati i peccator carnali,/ che la ragion sommettono al talento[4] Francesca y Paolo son dominados por ese impulso primario propio de la forma de hacer anterior a Dante, la enajenación, aquella que no miraba con malos ojos el adulterio pues no pensaba el Amor en los términos redentores y purificadores dantescos.
De ahí que para mostrar al lector cómo el acto de Francesca y Paolo pertenece a ese primer estadio mítico, dominado por el talento y no la ragion, Dante expone como móvil del beso entre los dos amantes la lectura del pasaje en el que Lanzarote del Lago y Ginebra consuman su amor, desplazando al gilos, en términos provenzales, el rey Arturo, de la tríada.
Con este recurso de la intertextualidad, Dante castiga el adulterio por ser un acto que toma como impulso el salvajismo del hombre en contraposición a la racionalidad de la que está impregnado el vínculo entre Dante y Beatrice.