Por la parte materna era hija de una Pinós, Sibila, perteneciendo a una familia igualmente patricia.
Alrededor del claustro se construyeron unos pequeños espacios para la oración individual de algunas religiosas durante el día.
Cada celda se decoraba en función del gusto y las posibilidades económicas de la monja que la utilizaba.
Francesca Saportella tenía gusto y no le faltaban posibilidades.
El contrato es del año 1345 y el original se conserva en la misma celda en un cuadro colgado al pie de las pinturas.