Se experimentó también con la llamada cronofotografía, gracias al revólver astronómico de Janssen.
Paralelamente aparece también el modelo soviético, el constructivismo, que recurre con gran frecuencia al fotomontaje.
Sin embargo, existen fotografías del siglo XIX con elementos relacionados con la estética del movimiento, como los calotipos de Alois Loecher o la obra de Eugène Atget, que inspiró a surrealistas como Bill Brandt o Clarence Laughlin.
También tuvieron influencia de las fuentes populares como las postales, las cuales coleccionaban artistas como Dalí y Eluard, y que los artistas incorporaron en el movimiento al imprimir, en 1937, una serie llamada “Le carte surrealiste”, donde se incluían postales de Dora Maar, Max Ernst, Marcel Duchamp, Joan Miró, Man Ray, etc.
Tras la Segunda Guerra Mundial y el exilio de muchos surrealistas a Estados Unidos, el movimiento surrealista y sus miembros se dispersan, por lo que se produce una gran depresión del surrealismo fotográfico debido a la propia decadencia del movimiento, que ya no encontraba cabida entre los fotógrafos de la época.
Sin embargo, los surrealistas sabrán sembrar el germen que influirá en los futuros movimientos americanos de posguerra (expresionismo abstracto y Arte Pop).
El surrealismo fotográfico ha ido perviviendo con mayor o menor cabida desde sus inicios a principios del siglo XX hasta la actualidad.
Autores como Marc Orlan, llegarían a decir que la fotografía inspira y complementa el trabajo de los escritores.
El mejor ejemplo y gran representante de esta técnica es René Magritte.
Encontramos también objetos que son surrealistas por sí mismos, fabricados con el único propósito de fotografiarlos.
En la fotografía surrealista abundan los cuerpos y, dentro de esta temática de los cuerpos se diferencian tres distintas variantes: El fotógrafo empleará diferentes técnicas con las que pretende expresar de la mejor forma posible una idea subconsciente, irracional u onírica y crear un determinado efecto para cada espectador que visualice una imagen.