Se caracterizan por haber sido enriquecidas con aportes socioculturales diversos, lo que se traduce en sus diferentes elementos, que son expresiones supervivientes y vivas en todos los ámbitos del Perú: Lima, sierra, selva, y hasta en el extranjero.
Los integrantes externos a ellos que son mayormente mujeres se visten con su típica pollera y una bufanda negra.
Días antes, por pregón, advierten a la población que ellos gozan de impunidad y licencia, durante sus correrías.
Por lo que debe tenerse cuidado con los niños, ancianos o personas discapacitadas, pues la tradicional impunidad es consentida por el Gobierno Local.
Es más una representación,[8] pues los danzantes nunca bailan, solo pasean por las calles a pie entre la víspera y el día central de la fiesta de tayta San Juan Bautista, luego en el segundo día resultan actores en la infausta acción del suplicio del Inca Atahualpa, el último inca que recibiera a los invasores.
[9]Las significativas canciones, en lengua vernácular, rememoran la grandeza del imperio del Tahuantinsuyo, maldicen al tallán y desleal Felipillo (uno de los intérpretes que usaron los invasores), y vaticinan grandes desastres en el Tahuantinsuyo por la aparición de los “nuevos wiracochas”.
Integran este baile ocho ñustas, el sargento, el Inca, el brujo, llamado el buen aungur, encargado de presagiar todos los acontecimientos en el incanato.
En la cabeza se colocan un gorro con flores artificiales, fijadas con una bincha llamada redocilla con flecos de piedras brillantes.
El sargento porta una lanza dorada, vistiéndose un chaleco, un pantalón negro, una faja multicolor y en la cabeza lleva un sombrero blanco de lana.