Tienen su origen en la devoción que la ciudad tiene hacia la Virgen de la Candela.
Se firmó el documento que estipulaba que cada diez años se haría una solemne procesión votiva en honor de la Virgen de la Candela.
El día de fiesta, por la mañana, se celebra el oficio, que es precedido por la representación completa de la Moixiganga en el interior del templo, concretamente en el altar mayor.
Asiste la Corporación Municipal y una gran multitud de fieles que entonan los cantos que marca la tradición: el Virolai ("Flor de febrero, que nuestro corazón anhela, de la ciudad Lucero, iluminados por vuestra candela, guiadnos hacia el Cielo") y los Gozos ("Monte que en Valls hacéis venturosa y con Usted ningún mal no recela.
La deconstrucción da como resultado ocho puntas triangulares que ofrecen un aspecto moderno y evolucionado de la tradición.
La imagen también traslada la proyección hacia el cielo que tienen los castillos humanos -de los cuales Valls es la cuna-, y al mismo tiempo recoge la idea de que esta es la fiesta de la luz.
El logotipo proyecta los valores de la participación ciudadana, la diversidad cultural y la identidad vallense.
Por la tarde noche, se lleva a cabo la procesión votiva, en la que participan todos los entremeses, bailes y danzas del séquito popular, y representaciones de todas las asociaciones y entidades vallenses con su correspondiente pendón o bandera, acompañando la imagen de la Virgen de la Candela.