Se menciona por tradición oral, ya convertida en leyenda popular, que Felipe II viajó desde El Escorial a Fresnedillas [cita requerida] para presenciar la celebración de dicha fiesta.
Visten monos floreados, llevan una honda, pañuelo al cuello, gorro militar y grandes cencerros a la espalda, llamados zumbas.
El alcalde y el alguacil acompañan a la imagen de San Sebastián llevada por los anderos.
A las dieciséis horas se colocan nuevamente las zumbas y el armazón, continuando las acometidas de la vaquilla.
Mientras tanto el Escribano y la Hilandera piden cuentas a los forasteros asistentes por los daños que ha causado la vaquilla.
Por la tarde, los judíos dan vueltas en círculo haciendo sonar sus cencerros y se sucederán las acometidas de la vaquilla.
Tras diferentes idas y venidas, muchas veces repitiendo el "número mágico" tres, el Alguacil ata con una larga cuerda a la vaquilla, y con un disparo de escopeta al aire se la espanta, la vaquilla se deshace de la cuerda y cruza toda la plaza con los Judíos detrás pero simbológicamente marca una resurrección del personaje principal.
Una vez despojada de su armazón, el mozo que lo portaba junto con los Judíos, van a la carrera a beber la sangre de la vaquilla (vino tinto) que han colocado el escribano y la hilandera en un barreño bajo el carro.
El ritual se repite el día siguiente, protagonizado por los hombres casados, en un tono más informal y humorístico.
A la semana siguiente se celebra otra cena para los solteros o judíos.