De extraordinaria inteligencia, a los 20 años dominaba el latín, griego, hebreo, caldeo y árabe, y conocía de memoria las obras de Platón, Aristóteles, Hipócrates, Avicena y otros autores.Era además músico, pintor y maestro de derecho civil.Én 1445 marchó a París, donde permaneció un año y suscitó la admiración y la envidia de los doctores de La Sorbona.Antonio Cassarino lo juzgó con severidad, como recoge Benedetto Croce, en España en la vida italiana del Renacimiento: "barbusculos homo, sine letteris, sine lepore atque adeo sine sensa», que se jactaba de poseer ñudaicas letteras»".[1] Laurence Sterne lo menciona en Tristram Shandy entre los ejemplos de niños prodigio.