En esta línea, el feminismo comunitario se encuentra en la búsqueda por desmitificar el chacha-warmi (hombre-mujer) en tanto esta categorización, si bien le es útil al feminismo occidental (tradicional), no permite analizar la realidad de la vida de las mujeres bolivianas, quienes construyen formas de vida con fuertes concepciones comunitarias.[5] El feminismo comunitario, entonces, le daría representatividad a mujeres que no se encuentran consideradas dentro del feminismo tradicional, a las mujeres campesinas, indígenas, quienes además viven en entornos multiculturales y pluriingüísticos.[10] La propuesta del feminismo comunitario es la respuesta a la insuficiencia presentada por el feminismo autónomo independiente, se apoya en la interacción con las comunidades, lo que se opone a la autoridad de una élite tecnócrata vanguardista en la que solo ella propone y gestiona sus ideas.Solo la capacidad de razonar, como si fuera una característica exclusiva de los hombres, parece otorgar la humanidad al cuerpo, reglando a las mujeres a algo menos que eso.[12] Otras mujeres como Lorena Cabnal y Adriana Guzmán han aportado al feminismo comunitario indígena.[15] Este enfoque sobre el cuerpo como territorio no solo se limita a un acto individual de reivindicación, sino que se extiende a una lucha colectiva, en la que el cuerpo, entendido como espacio de resistencia, se une al concepto de defensa del territorio.En las comunidades indígenas, por ejemplo, las mujeres son protagonistas de esta lucha, pues entienden que el cuerpo y el territorio son elementos indivisibles, ambos indispensables para la vida, la autonomía y la justicia social.Además se extiende para abarcar no solo la escala territorial clásica, sino también la vida cotidiana, la afectividad y las relaciones sociales de las comunidades, especialmente en contextos de resistencia a la violencia patriarcal y eco-dependencia.Es necesario el compartir la memoria, el llanto y la oralidad como medio de reconocer las injusticias que han vivido por tantos años las mujeres.