A la par de su labor como partera, sostenía un negocio ilícito practicando abortos y traficando con infantes.
Le alquila una habitación a una mujer que ocupaba un departamento en el tercer piso del edificio.
Felícitas pronto recaudó dinero suficiente para hacerse de un negocio, abrió una miscelánea (que también funcionó como clínica clandestina) en la calle Guadalajara No.
En la alcantarilla había un enorme tapón de carne putrefacta, gasas y algodones ensangrentados, que despedían un olor insoportable.
Indagando en la repugnante masa se encontraron con algo que despejó todas las dudas sobre su naturaleza, un pequeño cráneo humano.
Las autoridades llamaron a la puerta de la principal y única sospechosa, (Felícitas), los atendió la casera que no sabía nada, sin embargo los dejó pasar hasta la habitación de la mujer, a la cual ella nunca había entrado.
En esa época no existía la noción de asesino en serie; pero el infanticidio era y siempre ha sido un crimen altamente condenado.
La investigación cayó en manos del detective José Acosta Suárez, este hombre en 1942 también atraparía a Gregorio Cárdenas otro asesino en serie mexicano.
Ese mismo día Felícitas es atrapada junto con su amante, Roberto o Alberto Covarrubias, alias "el Beto" o "el Güero" (con este hombre, que también fue su cómplice, Felícitas había procreado a su tercera y última hija, nacida en 1939, mientras trataban de huir de la ciudad).
Como ya se mencionó antes, Felícitas Sánchez Aguillón experimentó el rechazo materno desde muy pequeña, esto generó en ella una personalidad neurótica.
Aparentemente no sentía empatía ni remordimientos, era megalómana y racionalizaba sus actos: Pero su frágil estado mental iba más allá, tenía ideas delirantes en donde creía realmente que hacía un bien con sus crímenes, les asignaba una cualidad mística, ejemplo de esto es el altar que poseía: "La Descuartizadora de la Col.
Durante todo ese tiempo vivió en una regresión donde se comportaba como una niña pequeña, lloraba todo el día, sólo pronunciaba monosílabos y una repetitiva frase que en ocasiones llegaba a gritar: "Quiero irme de aquí.".
Incluso tuvo berrinches, se tiraba al piso, pataleaba, gritaba y era necesario arrastrarla para trasladarla de un lugar a otro.
Pero la fiscalía tenía todavía los testimonios del fontanero (completamente dispuesto a declarar) y del amante, (que bajo la presión adecuada terminaría por declarar), desafortunadamente el juez que llevaba el caso abdicó, (se cree fue amenazado o sobornado para hacerlo), lo cual facilitó la salida de Sánchez antes de que la fiscalía pudiera apelar el fallo.