[1] El rector Agüero, generoso en la educación de sus alumnos y como era su costumbre, al encontrar claras condiciones en Federico Tobal le asignó maestros especiales en lengua y literatura latinas: el Dr. Larsen y el exjesuita Dr. García, y como hacía con los alumnos más maduros, lo ponía de docente al frente de las clases de algunas materias, de forma que a los 17 años ya era un maestro con experiencia cuando fue escogido por el rector para trasladarse a Roma a perfeccionar sus estudios en el Colegio Pío Latino-Americano, que acababa de fundar en la capital del Papado el virtuoso sacerdote chileno Dr.
[1] Allí fue Tobal en compañía de otros jóvenes aventajados: Juan José Romero, Jacinto Balán, Milcíades Echagüe y Agustín Boneo; pero mientras estos tres últimos abrazaban la carrera eclesiástica, Tobal y Romero volvieron a su país sin tomar los hábitos, cursando ambos sus estudios en la Universidad de Buenos Aires y obteniendo en ella el título de abogado, "profesión que ejercieron con brillo".
Dice el artículo: "Versado en la lengua latina y en filosofía, ocupó ambas cátedras en la antigua Universidad de Buenos Aires.
Desde allí envió a diarios de la época, como La Nación, correspondencias, y vuelto al país, siguió colaborando en esta forma en la que publicó la mayor parte de sus estudios sobre historia, crítica sociológica y literatura.
Recuerdos del Viejo Colegio Nacional de Buenos Aires (editorial Rosso, versión ligeramente corregida por el autor y publicada por su hijo).
[4] Sobre ese libro en la versión de 1942, "en la página que semanalmente dedica al movimiento nacional y extranjero", "puntualizaba La Nación que ese primer volumen era demostrativo de la extensión, profundidad y jerarquía de los estudios que en aquella época impartíanse a los alumnos".
[1] Luego de editado Recuerdos... en 1942, también La Nación comentó que la figura venerable y senatorial del autor "creó en este país una línea de alto pensamiento y noble letra".