Fósforo (utensilio)

Un fósforo (en griego, φωσφόρος, lit. ‘portador de luz’), cerilla, cerillo, misto, mixto, o velilla,[1]​ es un utensilio fungible, consistente en una varilla de material combustible con un extremo (llamado cabeza) recubierto por una sustancia tal que, al frotar la cabeza contra una superficie rugosa adecuada, el calor producido por la fricción hace llegar la cabeza a la temperatura de ignición y esta se enciende.

Es probable que algún viajero las llevase consigo a Europa en la época de Marco Polo.

El primer fósforo moderno autocombustible lo inventó K. Chancel, ayudante del profesor Louis Jacques Thénard, en París en 1805.

El papel combustible se encerraba herméticamente en un tubo de cristal al vacío.

Un día de 1827, el farmacéutico John Walker se encontraba en su laboratorio intentando crear un nuevo explosivo.

Para eliminarla, la frotó contra el suelo del laboratorio, provocando que se encendiera.

Estos fósforos presentaban una serie de problemas: el olor era desagradable, la llama era inestable y la reacción inicial era sorprendentemente violenta, casi explosiva, en ocasiones lanzando chispas a una distancia considerable.

Irinyi vendió su descubrimiento a István Rómer, húngaro radicado en Viena, quien se hizo rico con la fabricación de estas nuevas cerillas.

Esta era capaz de encenderse frotándola contra cualquier superficie rugosa y no era explosiva ni tóxica.

Los fósforos de seguridad fueron un invento del sueco Gustaf Erik Pasch en 1844 y fueron mejorados por John Edvard Lundström una década después.

Para fabricar cerillas de seguridad se utiliza una madera blanca, como, por ejemplo, la del álamo.

Un fósforo corriente
Un fósforo al encenderse
Carterilla de cerillas «Super Deportistas» de México (mediados del s. XX), de la colección permanente del Museo del Objeto del Objeto (MODO)