Exordio

[1]​[2]​[3]​ El exordio, del cual muchas veces depende el éxito de todo el discurso, tiene por objetivo captar la atención del auditorio sobre el tema a tratar, y de obtener su buena voluntad y benevolencia.[cita requerida] El exordio es el triunfo de lo que los antiguos llamaron "costumbres" o "precauciones oratorias", o sea, las disquisiciones hábiles a través de las cuales, tanto el orador como el escritor, suavizan lo que podría parecer atonante, ese arte de eludir la opinión contraria y los sentimientos hostiles, y en cierta medida de asociarse incluso con los prejuicios y con los intereses que se van a combatir.En esta parte, el orador debe ser tan breve, conciso y claro como pueda, y es recomendable en este preámbulo usar pocas imágenes o figuras de estilo.[cita requerida] El exordio ex abrupto, por ejemplo, necesita tanto habilidad como pasión, y además, la pasión desarrollada de ninguna manera debe ser desordenada o ciega, ya sea que se trate de Jacques Bridaine intentando plasmar un sermón, o del propio Cicerón concretando una catilinaria; la elocuencia de la pasión vehemente siempre debe tener en cuenta la benevolencia y el estado de ánimo de la gente sobre la que estalla y a la que se dirige.[cita requerida] Según la retórica, las otras partes que siguen al exordio o prólogo son: la proposición (frase-lema, tema a tratar), la división (ordenamiento y enumeración de partes), la narración (fundamento-desarrollo de contenido), la argumentación y la refutación (responder contrariamente a otro concepto o explicación; convencer).