Este artículo describe la evolución histórica del latín, especialmente los cambios que tuvieron lugar entre los siglos II dC y la aparición de las lenguas romances.
Son estas formas, y no sus equivalentes en latín clásico, las que se encuentran en el origen de las palabras utilizadas en las lenguas romances.
Se reconocen en esta lista los ancestros de caldo, macho, tabla y ojo, notándose la evolución ya descrita.
Este enmudecimiento es, entre otros, el origen de la desaparición del mecanismo de las flexiones; las lenguas románicas no utilizan, en efecto, ya las declinaciones latinas y optan por utilizar preposiciones, que nacieron como un sistema auxiliar y poco a poco fueron sustituyendo a la flexión.
En un mismo movimiento, los adverbios y las preposiciones simples son a veces reforzadas: ante, ‘antes’, ya no basta; hay que poner ab + ante en vulgar para explicar el francés avant, el español antes, el catalán abans y el occitano avans, o bien in ante para el rumano o el asturiano înainte enantes, etcétera.
El caso límite parece ser alcanzado con el francés aujourd'hui, noción que se decía simplemente hodie en latín clásico.
De lengua flexional a la sintaxis ágil (el orden de los términos no cuentan enormemente para el sentido sino principalmente para el estilo y el énfasis), el latín vulgar llegó a ser un conjunto de lenguas, que utilizaban muchas preposiciones, en las cuales el orden de los términos es fijo: si en latín es posible decir Petrus Paulum amat o amat Petrus Paulum o Paulum Petrus amat o aun amat Paulum Petrus para querer decir que 'Pedro ama a Pablo', esto no es posible en las lenguas románicas, que han abandonado más o menos rápidamente las declinaciones; así, en francés “Pierre aime Paul” y “Paul aime Pierre” tienen un sentido opuesto, sólo el orden de los términos indican quién es sujeto y quién es objeto.
Así, el término latino folia —nominativo y acusativo neutro plural de folium, ‘hoja’— es reinterpretado como un femenino.
Es el caso, por ejemplo, en español, donde se vuelve hoja, mas también en el francés feuille, en el italiano foglia, el romanche föglia, el valón fouye, el portugués folha, el catalán fulla, el occitano fuèlha, etc. (todos términos femeninos).
Los artículos indeterminados, por su parte, provienen simplemente del numeral unus, una (y unum en el neutro), que, en latín, habrían podido servir con este uso.
Un modo nuevo aparece, el condicional (atestiguado por primera vez en una lengua románica en la Secuencia de Santa Eulalia, construido a partir del infinitivo (a veces modificado) seguido de las desinencias del imperfecto: vivir + -ía genera “viviría” en español, asturiano, gallego y portugués, así “vivrais” en francés, “viuriá” en occitano, “viuria” en catalán.
De igual manera, el futuro clásico es abandonado por una formación comparable a la del condicional, es decir, el infinitivo seguido del verbo haber (o precedido, como en el caso sardo): así cantare habeo (‘yo he de cantar’) da “cantaré” en español y catalán, cantarai en occitano, cantarei en gallego y portugués, je chanterai en francés, etc.
Finalmente, algunas conjugaciones irregulares (como la velle, en francés "vouloir") son rectificadas, aunque muchas mantienen su carácter irregular en las lenguas románicas, y se dejan de usar los verbos deponentes .
Esos documentos son escasos pero permiten confirmar lo que puede inferirse a partir de la lingüística indoeuropea sobre ciertos cambios fonéticos que se produjeron en el paso del latín arcaico al latín clásico: En el plano morfofonémico las formas de participio en -tos experimentaron cambios frente a -d, -t, ..., como en: