Se cita también a Melino, Swinburne, Ginsberg, etc. Endecasílabo con acento en la cuarta, octava y décima sílaba; o en la cuarta, sexta y décima.
Es más cadencioso y tiene mayor semejanza con el sáfico antiguo cuando su primera sílaba es larga.
En el Renacimiento solían aparecer en las mismas estrofas cuatro modalidades de endecasílabo (heroico, enfático, melódico y sáfico).
En los siguientes versos de Garcilaso, aparecen los cuatro tipos de endecasílabos: (Égloga III, vv 65.68) Con tanta mansedumbre el cristalino (heroico) Tajo en aquella parte caminaba, (enfático) Que pudieran los ojos el camino (melódico) Determinar apenas que llevaba.
(sáfico) En España, es ejemplar su uso en el siglo XII, en una oda latina anónima del Cid Campeador: Carmen Campidoctoris; en romance, reapareció hacia el siglo XVI; el uso del XVII, con la arquetípica de Esteban Manuel de Villegas (los tres endecasílabos son intercambiables en su orden, y adjetivan al "céfiro blando" del adonio) se transmite al Neoclasicismo; Miguel de Unamuno la utilizó y enriqueció en varias ocasiones.