A partir del año 1420, la música tomó nuevos rumbos para dejar París y dirigirse a Flandes, donde se juntaron la influencia francesa proveniente de Guillaume de Machaut y la italiana de los madrigalistas florentinos.
Las voces comenzaron a mezclarse, combinándose finamente tres o cuatro melodías sobrepuestas a aquellas, llamadas respectivamente superius, altus, tenor y bassus.
Empezó a originarse el canon, que tomó formas variadas.
Se introdujo la cuarta voz, con lo cual el bajo desapareció como melodía y pasó a desempeñar el papel de apoyo armónico.
Ambos autores, empleando cadencias y acordes perfectos,[1] pasaban de un tono a otro, con lo que se acentuó progresivamente el sentido armónico, que alcanzaría un siglo después el máximo esplendor con Palestrina y Victoria.