[8][9] Con la evolución de la heráldica, a partir del siglo XVI se generaliza el uso de figuras que simbolizen alguna característica del lugar que representan: como algún accidente geográfico o el nombre (ver Heráldica#Desarrollo histórico).
Respecto a las armas antiguas, que simplemente representan formas geométricas, se inicia la tradición erudita de buscarles un significado (aunque este sea legendario).
[10] Un siglo después, se pasó de interpretar que el escudo representa las olas del mar a pretender que sus colores sean azul sobre plata (forma habitual de representar el mar).
[3] Así, en 1675, Rodrigo Mendes Silva blasona el escudo de Tarragona como sigue: [4] En el siglo XVIII, se produce la curiosa situación de que, mientras en la ciudad se sigue usando el escudo tradicional verado de oro y gules (uso que recogen los heraldistas locales);[11] los repertorios generales perpetúan el ondado de plata y azur inexistente, así como unas explicaciones eruditas más o menos legendarias.
[13] Ya en el siglo XIX, esta perplejidad también se manifiesta en sentido contrario.
Para poder registrar el escudo hay que cumplir ciertas condiciones como que la forma del escudo sea caironada o embaldosada (cuadrado apoyado sobre uno de sus vértices y con una de las diagonales dispuesta verticalmente y la otra horizontalmente).