ballota) que se adapta mucho mejor al frío y a la sequía del verano.
En la Mancha, por ejemplo, las encinas constituyen raros testigos del antiguo bosque de remoto origen.
Donde el hombre ha roto el equilibrio ecológico, el carrascal no ha podido reconstruirse, al menos a escala temporal humana.
El paisaje actual de esta área está representado por los campos de cultivo que se extienden por todos los sectores de buenas tierras, o por una vegetación resultante de la destrucción del carrascal: las denominadas «estepas», los tomillares y los espartales, muy comunes en la Meseta Sur y particularmente en la Depresión del Ebro, donde predominan suelos yesosos y salinos, con una aridez veraniega muy acusada y temperaturas invernales muy bajas en los que difícilmente podría vivir un bosque denso.
[2] Junto a la carrasca aparece el pino autóctono y el tomillo (Thymus sp.