Permaneció en Serro hasta cerca de 1776, y entonces, por motivos desconocidos, se mudó al Arraial del Tejuco (actual Diamantina).
Probablemente allí haya compuesto su obra más antigua conocida, la Misa para Miércoles de Ceniza (1778).
En el Tejuco se ligó a la Hermandad del Santísimo Sacramento, que funcionaba en la iglesia de San Antonio, actuando con ella entre 1783 y 1798.
Al entrar en la Orden Tercera de Nuestra Señora del Carmen en 1789, trabajó también para ella como organista, usando otro instrumento construido por Almeida Silva, y que aún sobrevive.
[2] En Vila Rica (actual Ouro Preto), donde fue en 1798 por probables problemas financieros, ingresó en la Orden Tercera de Nuestra Señora del Carmen, a la que dio sus mayores esfuerzos, y tuvo la experiencia de conocer a otros importantes compositores de la región, como Marcos Coelho Neto (padre e hijo), Francisco Gomes da Rocha, Florencio José Ferreira Coutinho y Jerome de Souza Lobo.
[3] Toda su obra conocida forma parte del campo de la música sacra.
Su obra continuó apreciada tras su muerte dentro de círculos limitados y, hasta mediados del siglo XX, fue recordado principalmente como eximio organista, pero algunas composiciones nunca dejaron de ser ejecutadas por las orquestas tradicionales mineras.
La música en la región de Minas hasta el inicio del siglo XVIII era realizada en carácter aficionado, pues el área fue poblada en una época tardía en relación con la ocupación del litoral.
Esta presión constante forzó a los músicos locales al estudio en profundidad de la composición ya una rápida actualización en relación con los progresos estéticos europeos de la época tendiendo hacia el Neoclasicismo, cuando hasta entonces en Minas prevalecía, al parecer, un estilo musical arcaico, aun deudor del, Renacimiento, prácticamente saltando la etapa intermedia del Barroco, que ha dado innumerables frutos de gran significado en Europa por un largo período, y, al que se conocía por fuentes literarias, también en algunos puntos del litoral.
Sin embargo, después fue bastante olvidado en Brasil en general, aunque muchas de sus obras fueran copiadas a lo largo del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, mostrando que aún era apreciado por algunos grupos, permaneciendo conocido en la región de Minas hasta el día de hoy, donde piezas seleccionadas continuaron ininterrumpidamente en el repertorio de orquestas centenárias conectadas a las hermandades, pero dijo Paulo Castagna que hasta los años 40 en general solo se pensaba en él como organista.