En 1063 su padre convocó una Curia Regia para dar a conocer sus disposiciones testamentarias en las cuales, siguiendo la ley navarra, decidió repartir su patrimonio entre sus hijos, correspondiéndole a la infanta Elvira la ciudad de Toro, situada en la actual provincia de Zamora.
A su sobrina nieta Sancha Raimúndez, hija de la reina Urraca I de León, le legó Tábara, Wamba y otras heredades.
También hizo donaciones a varios monasterios e iglesias.
Aunque antiguos genealogistas afirmaban que la infanta Elvira se había casado, unos diciendo que fue con el conde García Ordóñez, y otros con un tal Sancho Fernández de quien había tenido un hijo llamado Fernando Iohannes (Ibáñez), la infanta no menciona a ningún marido o hijos en su testamento.
[2] Sobre la tapa del sepulcro en el que descansaban los restos de la infanta Elvira fue esculpido el siguiente epitafio latino: