La flota de Agamenón no podía partir hacia Troya por culpa de la calma del viento.
Agamenón había matado un ciervo consagrado a la diosa Artemisa, y además había provocado su cólera con palabras irreverentes, por lo que la diosa, además de mandarle una peste al ejército griego había producido una calma absoluta, de forma que los griegos no podían abandonar el puerto por falta de viento.
Cuando los videntes declararon que la ira de la diosa no podría ser aplacada a menos que Ifigenia, la hija más bella de Agamenón, le fuese ofrecida como sacrificio compensatorio, Diomedes y Odiseo fueron enviados a buscarla al campamento con el pretexto de que debía desposar a Aquiles.
[1] Ella accedió a acompañarles, pero en el momento en que iba a ser sacrificada fue llevada por la propia Artemisa (según otras fuentes, por Aquiles) a Táuride, y otra víctima ocupó su lugar.
El tema es uno de los más representados por los artistas de diversas épocas como Leonaert Bramer, Francesco Fontebasso, Rubens y Giovanni Battista Tiepolo.