Detrás aparece un militar y un tercer enigmático personaje.
Los flirteos entre ambos sexos ya habían sido mostrados en El ciego de la guitarra, pero Goya muestra aquí a la petimetra y al cortejo, como se llamaba entonces al amante.
El conjunto arquitectónico está planeado para reforzar el volumen de las figuras y que el espectador prolongue su vista hacia lontananza.
La luz se posa sobre los personajes principales y las rápidas pinceladas son características del rococó.
Los vivos colores y la alegría que desprende le hacen una de las piezas más llamativas del conjunto.