El hombre en busca de sentido

El hombre en busca de sentido (título original en alemán ... trotzdem Ja zum Leben sagen.

Ein Psychologe erlebt das Konzentrationslager) es un libro escrito por el psiquiatra austriaco Viktor Frankl, publicado en Alemania en 1946.

Esta edición vendió algunos cientos de ejemplares más, pero seguía sin encontrar su público.

Pero tiempo después y a propuesta del profesor Gordon Allport, en 1961, la Beacon Press consideró editar el libro con una condición: Frankl tenía que añadir un relato autobiográfico en donde evidenciara las nociones básicas de la logoterapia y del análisis existencial.

Se registraron después ciento cuarenta y nueve ediciones, traducidas a más de veinte idiomas.

1500 personas habían estado viajando varios días, en vagones de 80, solo con un respiradero, y creyendo que les conducían a una fábrica de municiones en donde deberían trabajar, hasta que alguien ve por el ventanuco una señal, Auschwitz.

Frankl intenta ocultar un manuscrito en el que se contiene la obra de toda su vida, pero es inútil.

Pero «en la primera fase del shock el prisionero de Auschwitz no temía a la muerte».

Había vida interior en los prisioneros, a veces muy intensa, que les hacía apreciar la belleza del arte o de la naturaleza como nunca hasta entonces.

En el campo también había cierto sentido del humor, aunque fuera en su expresión más leve y solo durante unos escasos minutos.

Dado que el prisionero observaba a diario escenas de golpes, su impulso hacia la violencia había aumentado:

Cita a Dostoyevski: «Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos».

Había algunos sádicos, en el sentido médico del término, y que eran seleccionados precisamente por serlo, como lo eran los individuos más brutales y egoístas, los que tenían más probabilidades de sobrevivir, era una selección negativa.

Todo parecía irreal, improbable, como un sueño, y temían que al despertar les llegase la dura realidad.

Narra cómo si un prisionero era preguntado por un granjero de las cercanías, podía pasar horas hablando.

Él nos cuenta su particular y conmovedor renacer, una tarde mientras paseaba: Muchos de los prisioneros que habían experimentado en carne propia la brutalidad solo querían reproducirla.

Aparte de cierta deformidad moral, otras dos experiencias mentales podían dañar el carácter del prisionero liberado, la amargura y la desilusión que sentía al volver a su antigua vida.