En lugar de elegir la vista natural tradicional como fondo para una escena al aire libre, Manet optó por la cerca de hierro que "se extiende por el lienzo".
Esta solución, muy rompedora, no fue nada apreciada por los críticos, aún atados a la perspectiva tradicional, dedicándole críticas envenenadas: "¡Estas desdichadas mujeres, viéndose así pintadas, quisieron huir!
Pero él, previsor, puso una reja que cortaba toda posibilidad de escape".
La historiadora Isabelle Dervaux ha descrito la recepción que recibió esta pintura innovadora cuando se exhibió por primera vez en el Salón oficial de París de 1874: "Los visitantes y los críticos encontraron su tema desconcertante, su composición incoherente y su ejecución incompleta.
[3] Poco después, la pintura se vendió al barítono Jean-Baptiste Faure.