[3] Para ello, como explica el crítico y cineasta José Luis Garci, hubo que unir dos grandes platós de Sevilla Films.
Posteriormente, su amigo, el juez Joaquín Zarco, le cuenta que dos años atrás se enamoró en Sevilla de una atractiva viuda.
A petición de él y habiendo quedado embarazada, ella aceptó contraer matrimonio, para lo que se citaron en la misma fonda un mes más tarde.
Por consiguiente, Rafael Gil tuvo que modificar sustancialmente la historia para hacer tolerable el romanticismo liberal del joven Alarcón al nacionalcatolicismo de la dictadura.
[7] En segundo lugar, Blanca no está casada sino solo prometida, lo que rebaja el adulterio novelesco a mera relación extramatrimonial.
Cuando, años más tarde, encuentra la calavera atravesada por un clavo, le sirve como estímulo para tener una ocupación en el tranquilo juzgado que le ha tocado en suerte, a diferencia del Zarco del libro, que está hundido en su obsesión.
Y la protagonista no muere fulminada por una especie de castigo divino, sino que salva la vida pero debe permanecer encarcelada permanentemente.
[10] Por último, Gil rodea a los protagonistas de múltiples personajes incidentales que dan vida al entorno.
Y García Cuartango señala el costumbrismo de la secuencia del desayuno en la posada en la que se celebra un bautizo.
Este fue reacio al principio pues era novelista y dramaturgo, pero no tenía experiencia en la elaboración de guiones.
Acuerda con Blanca que se incorporará a su puesto y volverá en un mes para encontrarse con ella.
Cinco años más tarde, Zarco toma posesión como juez en la localidad castellana de Mérida Nueva.
Investiga el probable asesinato, averigua la identidad del difunto y dirige sus sospechas hacia su prometida, una tal Gabriela Zahara, con paradero desconocido.
Empeñado en esclarecer el asunto, Zarco envía al secretario a Madrid para que investigue.
Una vez allí le llega la noticia de que el secretario ha localizado a Gabriela Zahara y esta ha sido detenida.
[17] El propio Gil consideraba que lo más meritorio era la primera parte del filme, debido a la sencillez de la acción.
Ya en su momento, José Luis López Tello, en un artículo publicado en Primer Plano, calificó a El clavo como «nuestra Rebeca».
Sin embargo, cuando Zarco le pide matrimonio, ella queda seria e inmóvil, pues se da cuenta del impedimento que supone su agresivo prometido.
Tras el malentendido, pasan cinco años hasta que reaparece en Madrid, y tiene un aspecto muy diferente, cambiada tanto por la culpa del asesinato cometido como por la pérdida de Javier, recluida en una casa con una falsa familia.
Su perfecta dicción llamó la atención y su físico le permitió el paso a la interpretación en la pantalla.
Con anterioridad había trabajado con Gil y Rivelles en Eloísa está debajo de un almendro, demostrando la buena química que tenía con la actriz.
[4] Sin embargo, Pío Cabanillas cree que tiene un aspecto y un estilo propios de la década anterior.
[12] El compositor Juan Quintero Muñoz ya había colaborado con Gil en Viaje sin destino y Huella de luz.
En la segunda parte, cuando la trama gira hacia una intriga criminal, hace un mayor uso del metal y de misteriosos acordes como fondo en las cuerdas.
[24] El vals que actúa como leitmotiv asociado a la relación romántica entre los dos protagonistas aparece en tres momentos de la película.
Y las sombras llegan a generar un ambiente premonitorio que impregna todo el filme.
[29] Según José Luis Garci, Fraile consideraba su trabajo en El clavo como la culminación de su carrera.
Por su parte, Rafael Durán viste siempre trajes sobrios, acordes con la posición social del juez Zarco.
En la revista Primer Plano, Gumersindo Montes Agudo alabó el «signo católico, profundamente nacional» del filme.
[14] En la misma publicación, José Luis Gómez Tello la elogió como un gran triunfo del cine español y la comparó con Rebeca.