En octubre de 1705 las tropas del archiduque Carlos bombardearon y tomaron Barcelona al asalto.
La Junta de Gobierno accedió a sus condiciones y el día siguiente fue oficializado el nombramiento.
Dicha junta estaba formada por siete personas y con su sola aprobación ya bastaba para acometer una nueva operación militar.
[6] El equipo básico del soldado era el «vestido de munición» (uniforme), tricornio, corbata, casaca, jupa, camisa, calzones, medias, polainas y zapatos.
A pesar de que los artistas del siglo XIX representaron al conseller en cap Rafael Casanova vistiendo la túnica concejil llamada gramalla, en realidad el uso de dicha prenda estaba reservado para los actos protocolarios.
[10] El arma estándar del ejército catalán fue el fusil, siendo la mayoría de facturación inglesa o austríaca.
[11] Aun así, Barcelona y Cataluña en general se había convertido a lo largo del siglo XVII en una potencia manufacturera de armas a raíz de las continuas guerras que había azotado periódicamente el territorio desde el siglo XVI, y en especial en el siglo XVII desde la guerra de Cataluña.
La principal diferencia entre el material extranjero y las armas catalanas lo constituía la llave del fusil, habiéndose desarrollado en Cataluña la llave de Miquelete, fuerte, segura y duradera, que situaba casi todos los mecanismos en el exterior.
[12] La infantería también se armó con armas blancas, espadas, que no fueron de mucha calidad.
Durante casi un año se desarrollaron violentos combates, refriegas, escaramuzas y emboscadas, tanto diurnas como nocturnas, hostilizando las posiciones avanzadas de las tropas borbónicas.
Durante los tres días que siguieron al 12 de agosto, cuando el duque de Berwick lanzó dos asaltos generales, las operaciones militares tuvieron lugar en los baluartes del Portal Nou y Santa Clara.
Con la ciudad completamente rodeada por tierra, se organizó una operación anfibia en la que participaron varias decenas de embarcaciones que desembarcaron a hombres, caballos, armamento, municiones y pertrechos en las costas del Maresme.
Y en la otra punta, en levante y con base en el convento de San Francisco, se ubicó la Gran Guardia de Caballería, operativa en todo momento para acciones ofensiva contra el cordón borbónico.
Se iniciaba el turno haciendo guardia en los portales, al día siguiente en los baluartes, después reserva y luego descanso.
Si gran parte del ejército lo formaban soldados profesionales veteranos, las nuevos reclutas no estaban adiestrados en las tácticas de combate y los usos militares.
Así pues el entrenamiento era una cuestión fundamental a abordar, y tampoco se dejó al azar.
La maquinaria bélica catalana se había gestado en el anterior siglo XVI y contaba con el acervo acumulado durante las continuas guerras en las que durante más de un siglo, y debido a su situación fronteriza con Francia, se había visto involucrada Cataluña.
Barcelona era plaza de armas, un espacio donde se habían organizado ejércitos i contaba con todo el equipamiento necesario, tanto material, como técnico y humano, relativo a todos los aspectos de la guerra.
Los suministros enviados desde el reino de Mallorca fueron vitales para proveer a la ciudad adecuadamente, y no fue hasta que la flota del almirante francés Ducasse bloqueó la bocana del puerto cuando la asfixia de la ciudad comenzó a hacer estragos.
Una vez delante el regimiento formaba, tras lo cual oficiales y suboficiales entraban en la iglesia con las banderas plegadas en una bandeja.
También se celebraron con especial devoción las díadas en honor del santo patrón que protegía la unidad.
Concluida la procesión las tropas formaron en batalla, dieron un descarga cerrada, y por la atención que merecía la entrada la guardia, se desarbolaron las banderas.
Misma suerte aunque con mayor discreción corrieron los espías que fueron sorprendidos cuando pasaban información al campo borbónico.
También el coronel Desvalls aplicó venganza ordenando la ejecución de seis botiflers que tenía presos.
Tras un combate en dicha localidad, las tropas borbónicas del regimiento de León capitularon y se entregaron prisioneros.
El general comandante Villarroel les repitió la situación en la que se hallaban las defensas, la inminencia del asalto final, y la imposibilidad de la plaza para resistirlo.
[30] Informados los Tres Comunes de Cataluña, se les convocó a consejo para deliberar una respuesta.
El conseller en cap Rafael Casanova expuso el sentir del general comandante Villarroel y propuso que, al menos, se debía escuchar la proposición del mariscal de Francia, y si ésta resultaba inaceptable, se podría aprovechar la suspensión de armas para mejorar las defensas.
Al interesarse este por conocer a quien habían nombrado los consellers de Barcelona como a nuevo general comandante, el síndico de la Ciudad le respondió que a la Virgen de la Merced, cuya imagen había sido retirada de una iglesia e instalada en la silla de general comandante, y que por inspiración divina transmitiría las órdenes al conseller en cap, coronel y dobernador Rafael Casanova, quien las comunicaría a los generales y coroneles, que pasaban a estar bajo sus órdenes directas.
[33] El asalto general se lanzó simulatáneamente por los tres frentes tal como narró el marqués de San Felipe, «Todos a un tiempo montaron la brecha, españoles y franceses; el valor con que lo ejecutaron no cabe en la ponderación.