Durante la Segunda Guerra Mundial aprendió japonés en la Marina estadounidense, cuerpo en el que trabajó como experto en este idioma.
Regresó a América en 1962, aunque sus viajes y largas estancias en Japón fueron constantes hasta el final de sus días.
Enseñó en las universidades Sofía (Jōchi Daigaku, Tokio), de Standford y Míchigan.
Su gran humanidad, su espíritu sensible y el aprecio con el que trataba en cualquier momento a quienes se encontraban a su alrededor le hacían una persona especialmente querida dentro y fuera de la comunidad japonológica internacional.
Su extraordinario sentido del humor se hace patente en las palabras que dedicara a la obra de su amigo Tadashi Ikeda Classical Japanese Grammar Illustrated with Texts (1975), palabras que aparecen en la contraportada del libro: "Quienes tienen confianza en su conocimiento de la gramática antigua [del japonés] sin duda preferirán escribir manuales para ellos mismos, y en éstos demostrarán que las raíces son realmente terminaciones y las terminaciones raíces; pero para los que, como yo, tenemos unas nociones más bien endebles en tal materia el presente libro nos va a resultar realmente útil."