[2][1] Por otra parte, la incorporación de nuevos temas en la agenda regional no ha implicado necesariamente repensar cómo se entienden o qué implican, en los hechos, las opciones y los caminos transitados para lograr más equidad y calidad.
Por ejemplo, en relación con la educación intercultural bilingüe, cabría preguntarse si esta se ancla en referencias y marcos curriculares comunes a todos o, por el contrario, en currículos separados.
[1] Se constata que América Latina es un caso de democratización inconclusa en cuanto a genuina inclusión y logros educativos.
La necesidad que urge en el presente de realizar un enorme esfuerzo pedagógico personalizado no ha sido suficientemente sopesada, ni ha sido valorado ni reconocido este esfuerzo como un ingrediente fundamental para una propuesta de transformación educativa.
Si por inclusión entendemos equidad y justicia en los procesos, la participación y los resultados, junto con lo que implica la búsqueda de igualdad a partir del reconocimiento de las diferencias,[3] entonces la inclusión constituye una asignatura pendiente, tanto para el conservadurismo como para el progresismo educativo junto con todos sus grados intermedios.