Regresó después a Madrid donde colaboró en los periódicos más destacados y ejerció la crítica teatral muchos años en La Ilustración Española y Americana.
Fue secretario de la reina María Victoria, esposa del rey Amadeo de Saboya hasta que éste decidió renunciar a la corona.
En sus últimos años fue perdiendo la vista (Pereda, en carta a Enrique Menéndez Pelayo, el hermano de don Marcelino, escribe afectuosamente que era "hombre de nobilísimos impulsos, activo, maguer cegato y añoso", y el mismo autor ya comenta en su El ciego de Buenavista que "desde chico vi tan mal, / que por no ver, me vi exento / del servicio militar".
Otras obras suyas son El Libro azul, novelitas y bocetos de costumbres (1879).
Cuentos, pensamientos y agudezas de los poetas dramáticos del Siglo de Oro, coleccionados y anotados (Madrid, 1879).