La autopsia reveló que había sido asesinado, con una herida de bala en la garganta y el omóplato izquierdo.
El príncipe Eduardo-Javier era teniente de la reserva del ejército francés y había prestado servicio activo como paracaidista.
Dos días después, sus padres denunciaron su desaparición a las autoridades francesas.
Le dispararon con un rifle de caza y su cuerpo fue arrojado al río Sena con una gran barra de hierro atada a su cintura.
El periódico francés France-Soir publicó una historia que sugería que había sido secuestrado y asesinado debido a las conexiones de su madre con organizaciones caritativas para cristianos libaneses y por la asociación de su padre con la industria armamentística.