En segundo lugar, con la lógica de la libre empresa, los individuos y la sociedad se convierten en activos para ser mal utilizados.
Su incentivo como trabajo o conexiones sociales se reduce a su valor en la expansión de los beneficios.
[5] En cambio para otros, el concepto se refiere y engloba a las estrategias para la "humanización" de la economía capitalista, tomando en cuenta problemáticas ineherentes al capitalismo tales como polución ambiental y degradación de suelos (contaminación, erosión), narcotráfico, desigualdad, violencia, corrupción, subocupación, marginación y pobreza, contrabando, evasión fiscal, etc, complementando la globalización económica con el desarrollo de una comunidad basada en "redes sociales de seguridad y ayuda".
Para otros, la "economía solidaria" ubica al centro valores tales como solidaridad, cooperación, ayuda mutua, reciprocidad, equidad, responsabilidad participativa, cuidado del medio ambiente, nutriéndose tanto de la necesidad personal y familiar, como de la convicción íntima de querer que a nivel general y comunitario las cosas funcionen mejor, y así se introduce un sesgo o factor importante, pues en la economía tradicional y salvo casos aislados, es el Estado el que debería ocuparse del interés general casi en exclusividad, mientras las empresas y sus empresarios principalmente se deberían ocupar del lucro y de la acumulación, con cierta independencia o indiferencia de lo que le pueda ocurrir al medio ambiente y/o a terceras personas.
[8][9][10][11] Por último, también corresponde resaltar que para otros, la "economía solidaria" resulta importante no solamente porque en algunos casos se satisfacen necesidades humanas de una manera más respetuosa con la sustentabilidad y con el medio ambiente, sino porque además y a efectos de incentivar los intercambios multilaterales y multitemporales (intercambios escalonados en el tiempo entre varios actores económicos), se introducen de hecho nuevas especies dinerarias o nuevas formas de contabilizar equilibrios (esas unidades a veces llamadas puntos, horas, jornales básicos, unidades-base, unidades alternativas, créditos, tickets-trueque, etc),[12] controlados dichos numerarios directamente por las propias fuerzas sociales y no por el Estado ni por las entidades bancarias, y una de cuyas particularidades es que en esos ámbitos no se suelen aplicar los conceptos de interés compensatorio o interés punitivo.
Pero ciertamente, desde una visión intercultural, puede afirmarse que prácticas económicas fundadas en principios de solidaridad y equidad, existieron en todos los continentes, y ciertamente mucho antes de la Revolución Industrial.
Prácticas solidarias milenarias en el campo económico, hace mucho que fueron reconocidas y estudiadas en diferentes culturas, como un elemento fundamental de agregación, coexistencia, e integración social, al interior de diferentes comunidades humanas.
Por tanto, identificar la economía solidaria únicamente con las vertientes de los movimientos europeos, sería un claro equívoco, pues si se profundiza en la historia, se pueden encontrar expresiones económico-solidarias tanto en la América Precolombina, como entre los pueblos africanos o asiáticos, y como también en antiguos pueblos europeos.
La expresión economía solidaria, fue acuñada en la última década del siglo XX ([Laville-2009], pág.
Por el contrario, el concepto base en la economía popular solidaria es bien distinto, pues se refiere al “conjunto de emprendimientos productivos de iniciativa colectiva, con cierto grado de democracia interna, y que trata al trabajo y al trabajador en una forma privilegiada en comparación con el capital, ya sea en un ambiente rural, ya sea en un ambiente urbano o suburbano.
En el fordismo por el contrario, y así exponiendo otro caso, la competitividad es obtenida a través de las economías de escala, así como a través de una creciente división y especialización en el trabajo, asociada a líneas productivas rígidas – automatizadas o no –, lo que en varios aspectos resulta alienante y embrutecedor para el operario.” ([Gaiger-2002], pág.
En efecto, cuando la competición sobresale en relación con la cooperación, la tendencia es a la exclusión de aquellos que por una razón u otra fracasan o no se encuentran aptos.
Se puede decir también que la economía solidaria está fundada en relaciones en las cuales las prácticas de solidaridad y reciprocidad no son utilizadas como meros dispositivos compensatorios y/o redistributivos, sino como factores determinantes en la realidad de la vida material y social.
El movimiento de economía solidaria creció muy rápidamente, no sólo en Europa sino también en Brasil y en otros países.
La última década, en Brasil, asistió al creciente desarrollo de la economía solidaria en cuanto movimiento – o sea, ultrapasando las simples iniciativas aisladas y fragmentadas en lo que por ejemplo respecta a la inserción en cadenas productivas y en articulaciones con el entorno, e incluso aspirando a ser emprendimientos nacionales y/o traducirse en desarrollo de redes sociales o en plataformas de uso genérico.
Esta tendencia da un salto considerable a partir de las realizaciones del llamado Foro Social Mundial, espacio privilegiado donde diferentes actores (entidades, investigadores, activistas sociales, etc) reflexionan y planifican en el área económico-social, lo que entre otras cosas impulsó la creación de una Secretaría Nacional de Economía Solidaria (SENAES).
La creación de estas dos instancias, sumado al fortalecimiento del área de la economía solidaria al interior del ya citado 'Foro Social Mundial', consolidó el interés por esta temática prácticamente en todo Brasil.
Los gestores públicos, formados por representantes de gobiernos municipales y estatales, que tengan en su gestión programas explícitamente orientados a la economía solidaria.