Con este pacto se permitía la unidad de los movimientos monárquicos portugueses.
A pesar de que fueron pocas las voces que no apoyaron abiertamente al duque de Braganza, ciertos opúsculos monárquicos de poca importancia, afirmaron no reconocer a Eduardo Nuño como heredero al trono portugués, ya que su familia no había nacido en Portugal, y en consecuencia habían perdido los derechos dinásticos a la corona lusitana.
Posteriormente se licenció en ingeniería agrónoma por la Universidad de Toulouse.
La pareja tuvo tres hijos: La boda entre Eduardo Nuño y la princesa María Francisca aportó legitimidad a la candidatura de Eduardo Nuño por las múltiples vinculaciones históricas entre los Braganza brasileños y los de Portugal.
Desde 1952, Eduardo Nuño habitó en una residencia portuguesa que le facilitó la Fundación Casa de Braganza.
Después del establecimiento de su residencia en Portugal, tuvo una prolongada disputa contra María Pía de Sajonia-Coburgo Gotha y Bragança, una supuesta hija natural del rey Carlos I y, por tanto, media hermana del rey Manuel II, por la propiedad y por el liderazgo de la Casa Real Portuguesa.