En 1866 fue nombrado para sustituir a José Salazar Ilarregui como comisario imperial en Yucatán.
Durante su encargo creó por decreto el Museo Público de Arqueología.
[1] Al término del imperio salió auto-exiliado a La Habana, Cuba en donde permaneció un tiempo.
Se acogió al decreto de amnistía del presidente Benito Juárez y regresó a su país.
En 1880 volvió a ser funcionario público desempeñándose como presidente del ayuntamiento del puerto de Veracruz, cargo en el que realizó importantes obras urbanas que lo consagraron como un alcalde ejemplar.