Diego de Pantoja
Pantoja contribuyó de manera destacada a la mejora del conocimiento que había en el mundo occidental sobre China y también desempeñó un papel importante en el desarrollo de la tecnología y la cartografía chinas.Del total de 21 años que vivió en el país asiático, pasó 17 en la capital Pekín, hasta que en 1617 fue expulsado como consecuencia de las crecientes tensiones entre la corte imperial china y los misioneros católicos.En estos colegios jesuitas se daba formación a los futuros miembros de la orden.Allí, Diego de Pantoja pasó varios meses esperando embarcar hacia China.Finalmente, Pantoja fue elegido por Dias para viajar a China y reunirse con Matteo Ricci.La misión era difícil, ya que la dinastía Ming prohibía la entrada de extranjeros en el territorio chino.Matteo Ricci había entrado de manera furtiva muchos años antes y, tras una visita desafortunada a Pekín, donde no se le había permitido permanecer, se estableció en la ciudad de Nankín, la "capital del sur", desde donde preparaba un plan para volver a la corte pekinesa con obsequios para el emperador.Allí lograron su propósito de reunirse con Matteo Ricci, al que llevaron dinero y regalos para ofrecer al emperador Ming en la visita a Pekín que Ricci llevaba ya años planeando.Junto con Ricci y Pantoja viajaban también dos jesuitas chinos, Zhong Minren (Sebastián Ferdinando) y You Wenhui (Emanuele Pereira), que formaban parte de la comunidad de conversos al cristianismo que había surgido en torno a la presencia portuguesa en Macao.El exotismo de los regalos despertó la curiosidad del propio Emperador Wanli, que recibió las ofrendas en su palacio.Aunque el emperador no llegó a firmar un permiso formal, los eunucos les comunicaron que podían permanecer en la ciudad, e incluso que la corte les daría un subsidio mensual de ocho ducados de oro.Al principio De Pantoja y Ricci eran los únicos europeos en Pekín, pero más adelante se les uniría el padre portugués Gaspar de Ferreira, al que seguirían otros jesuitas italianos y portugueses.Esto reforzó la posición de la misión jesuita en Pekín a la vez que servía también al emperador para demostrar su benevolencia, incluso con los extranjeros.Frente a esta visión original de los jesuitas, que continuarían Ricci y Pantoja, hubo también religiosos que abogaron por la conquista militar de China, respaldando los planes, nunca consumados, del gobernador español en Filipinas.Incluso muchos religiosos que defendían la introducción pacífica del cristianismo en China rechazaban, sin embargo, esta política de adaptación empleada por Ricci y Pantoja.Además, Ricci había acuñado como traducción china de "Dios" el nombre Tiānzhǔ (天主, "Señor del Cielo"), al que identificaban con Shàngdì (上帝), una antigua deidad de las primeras dinastías chinas.[13] Este debate, en aquellos momentos limitado a la comunidad jesuita en Asia, se mantendría abierto durante mucho tiempo y acabaría extendiéndose a la jerarquía católica, dando lugar a la famosa disputa de los ritos, que varias décadas más tarde acabaría en la prohibición de los llamados "ritos chinos" por parte de la Santa Sede.Al otro lado del debate se encontraban Sabatino de Ursis y Niccolò Longobardi.Longobardi hizo imprimir textos en los que se exponía la incompatibilidad entre el cristianismo y la moral confuciana.Esta animadversión creciente entre la clase funcionarial hacia los extranjeros de Nankín se refleja en un escrito firmado por el funcionario local Shen Que.Este escrito insistía, una vez más, en la idea del cristianismo como extensión y complemento de la moral confuciana.Los otros dos extranjeros que vivían en la residencia de Nankín, Longobardi y Giulio Aleni, habían abandonado la ciudad unos días antes, Aleni con dirección a Hangzhou, donde había una importante comunidad católica, y Longobardi en dirección a Pekín, donde debía reunirse con Pantoja y Ursis para preparar una estrategia de defensa ante la crisis.Estos dos últimos sufrieron castigos corporales y fueron enviados a la ciudad sureña de Cantón, en la que fueron encarcelados.El edicto del emperador fue más benévolo con Diego de Pantoja y Sabatino de Ursis, debido al aprecio que se les tenía por sus conocimientos técnicos, y se les dejó viajar libremente al sur, hasta Macao la colonia portuguesa desde la que habían entrado en China.Según algunas fuentes, los cuatro jesuitas pasaron allí siete meses encarcelados hasta que fueron definitivamente expulsados a Macao.[17] La carta acabaría siendo difundida en España en 1604 y pronto traducida al francés, alemán, latín e inglés.Además, Pantoja y Ricci fueron los primeros en comprobar que el nombre "Catay", el exótico país oriental descrito en los relatos de Marco Polo, correspondía realmente a China y que la capital "Cambaluc" era precisamente Pekín.Algunos jesuitas en la India dudaban de que realmente Catay y China fueran el mismo país.[20] Durante su estancia en Pekín, Diego de Pantoja dirigió la fabricación de relojes solares al modo europeo, que tendrían un gran éxito, pues eran mucho más precisos que los relojes tradicionales chinos.