Algunos dibujantes, como el español José González no se consideraban a sí mismos auténticos historietistas, ya que no realizaban sus propios guiones, sino que más bien eran retratistas o ilustradores.[5] En tradiciones como la española, han escaseado tradicionalmente los buenos guionistas, debido a las dificultades para expresarse con plena libertad y a la carencia de una retribución adecuada y digna de la labor literaria.[10] En cambio, Sonia Pulido, considera «enriquecedor» trabajar con las ideas de otra persona y «hacer tuyos temas que nunca se te ocurrirían».[13] El dibujante tiene que identificarse "con el guion y tratar de decirlo con imágenes", dando movimiento e interés al mismo.[14] En este sentido, se distinguen "dos categorías antagónicas entre dibujantes - los caligráficos y los narrativos -", preocupándose los primeros más por la creación de "estampas bellas, destinadas a la contemplación aislada" que al encadenamiento de las mismas en una totalidad significativa.[17] Tal disciplina, en la que hay que ajustarse a los límites de la viñeta y el rotulado, se vuelve incompatible con el uso de sustancias psicoactivas, aplicadas en ocasiones en otros medios, como la literatura o la pintura.Históricamente, sus materiales de trabajo más importantes han sido plumas, pinceles y la cartulina o el papel, sin olvidar tampoco lápices, tinta china, tiralíneas, témpera blanca para borrar y una mesa de plano inclinado.[28] En la rotulación a mano, solían seguirse los siguientes pasos: Como sigue explicando Armando Matías Guiu, la mecánica empezó a realizarse con máquinas de escribir corrientes, sustituidas luego por otras específicas para tal labor.