Cuando la taconuda pasaba, dejaba un gran aroma de perfume y por eso la identificaban pero no a todo hombre se llevaba.
Al igual que en El Salvador, en otras versiones, aparece como una mujer que pide "ride" a los conductores y cuando se sube a los autos se convierte en un cadáver esquelético.
Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo a las afueras de Tenochtitlán, habitaba un valiente y célebre guerrero con su esposa, ella no había podido darle aún descendencia, y eso fue suficiente para ser despreciada por todos las personas del lugar.
Afortunadamente, su esposo era bueno, la amaba profundamente, y evitaba a toda costa que la mandaran al exilio.
Pero no pudo protegerla siempre, él fue enviado a la guerra, justo en ese mismo día ella descubrió que por fin había sido favorecida con un embarazo, corrió, intentando alcanzar a su marido para darle la noticia; pero las demás mujeres querían cumplir su tradición, la apedrearon a la salida del pueblo, matando el retoño que apenas crecía en su vientre.
El guerrero no podía soportar el sufrimiento de ver a su mujer convertida en un ser maligno, así que se dirigió al árbol donde había escondido su piel, la tiró al suelo y la llenó de sal.
Nunca nadie había vuelto a ver a la Descarnada, solo se podían escuchar sus gritos, pero hace algo de tiempo un grupo de hombres vio en los senderos que hay en las faldas del Popocatépetl, una figura humana, sangrante con la carne a plena vista, sin piel que la cubriera, que caminaba mientras gritaba con un dolor profundo.
La historia podría narrarse así: La Dama Tapada es una misteriosa y siniestra mujer que únicamente se aparece a hombres que caminan solos por las calles de la ciudad entre las 12 y las 4 de la madrugada.
Aunque resultaba desconcertante el que la distancia entre el hombre y la enigmática dama siempre se mantenía igual: nadie se alejaba, por más cobarde que fuese, y nadie se le acercaba más allá de cierto punto… De esa forma la Dama Tapada los mantenía hipnotizados por su atracción, haciéndolos seguirla a lo largo de angostos callejones: girando a uno u a otro lado sin perderse, mostrando un conocimiento inusitado de la zona.
Finalmente, tras mucho andar la dama se detenía y le decía al caballero: “Ya me ve usted cómo soy… Ahora, si quiere seguirme, siga…”.
Pero, tras la breve visión, las sombras oscurecían aquel rostro y la mano de la muerte caía sobre ella, como en acelerada descomposición, reemplazando a la belleza y a la juventud por una horrenda calavera de la que manaba un hedor intolerablemente nauseabundo… Entonces el hombre quedaba paralizado por el espanto, todo tembloroso y con la frente y las manos bañadas por gotas de un sudor frío como la muerte… Según cuentan quienes lograban verla desaparecer, la dama se desvanecía al llegar a la vieja “casa abandonada de don Javier Matute”.