Pero con la Expulsión de los Moros (1525) el desconocimiento del cultivo por parte de los nuevos dueños hizo que enfermedades como el paludismo se expandieran entre la población, lo que llevó a prohibir el cultivo de arroz en diferentes periodos, o a limitarlo en los terrenos pantanosos donde no se podía cosechar nada más.
[1][2] La lista de municipios dónde se cultiva arroz es la siguiente: Albal, Albalat de la Ribera, Alfafar, Algemesí, Beniparrell, Catarroja, Cullera, Llaurí, Masanasa, Sedaví, Silla, Sollana, Sueca y Valencia.
[4][5] Por lo que respecta al cultivo, este se iniciaba en pleno invierno con la siembra de forraje en un campo de cultivo que meses después se convertía en el planter.
Colocaban barro en los márgenes y utilizaban un caballo para 'patearlo' hasta hacerlo duro de forma que no fuera posible que se filtrara el agua a través de él.
El 'planter' se realizaba en un campo de cultivo muy cercano a la vivienda del agricultor ya que, al principio, el cultivo del arroz requiere unos cuidados muy especiales.
Posteriormente, limpias de barro, se las trasladaba desde el 'planter' al campo arrozal donde los tallos serían replantados.
Hacia febrero estos campos empezaban a secarse y se procedía a labrarlos mediante la 'xaruga' (herramienta de la que tira un animal o dos que permite labrar tierras compactas).
Lo hacían en línea recta, desplazándose de espaldas hacia atrás, para no pisar lo ya plantado.
Una cuadrilla de hombres iba segando el arroz a mano con una hoz.
Lo hacían los hombres, primero utilizando un trillo tirado por animales, y después con 'forques' volteando las espigas de arroz para que el grano se soltara.
Un último proceso permitía separar los granos buenos de las 'cáscaras' ('pallús') y las pequeñas pajitas que podían haber quedado.
A finales del siglo XIX la introducción de la trilladora a vapor evitó todo este trabajo de trillar y aventar ya que la misma realizaba todo este proceso.
El secado del arroz consistía en escamparlo mediante un 'rascle' a lo largo de toda la era.
La 'llauradora' se pasaba en distintas direcciones a lo largo del día para permitir un buen secado.
Una vez secado se amontonaba en montones grandes mediante la 'truxilla' que era tirada por un caballo.
Tras amontonar el arroz ya podía ser recogido y almacenado en un granero.
Si el traslado del arroz para su almacenamiento, tras amontonarlo, no era posible se procedía a taparlo con lonas para evitar que si llovía se mojara, evitando ese proceso de fermentación.
Todos estos cambios han conducido a conseguir cosechas mucho más productivas.