En su labor episcopal, destacó por una gran piedad y austeridad de vida.
Bajo custodia de milicianos es conducido al Seminario, convertido en cárcel, de dónde se negó a huir disfrazado, opción que le fue propuesta por guardias civiles, alegando que su deber era estar en su diócesis.
Según estos acusadores, dicha campaña se habría llevado a cabo mediante la fundación de grupos de Acción Católica,[1] organización que, como rezan sus estatutos, es radicalmente apolítica.
En realidad, lo que buscaba el obispo era formar seglares consecuentes que actuaran conforme al Evangelio en la labor por los más necesitados, en la configuración cristiana de la sociedad y, como no, también en la acción más directamente política, pero sin inclinar a la militancia en uno u otro partido concreto.
[5] Sin embargo, el mismo Sebastián Cirac, declarando bajo juramento en el proceso de beatificación, afirma de D. Cruz que “nunca en su vida intervino en política o tuvo aficiones por los partidos o caciques políticos.
“Mi opinión sobre la muerte de los dos (Beatos Cruz Laplana y Fernando Español) es que murieron como santos”.