Estaba habitada por pueblos pertenecientes a diferentes grupos étnicos y que hablaban distintas lenguas; poseían en común la forma económica, la organización social, las costumbres, las creencias y las artes.
Es característico del área la formación de sociedades complejas, la ausencia de agricultura y la notable manufactura artística, al grado del arte mesoamericano y andino.
Dicho clima es generado por la corriente marítima de KuroShivo, que arrastra agua caliente desde las costas del Pacífico asiático hacia el Noroeste americano, propiciando la abundancia de flora y fauna marítima y terrestre.
En estos bosques se encuentra el cedro y el abeto, los de mayor importancia para los indios.
Al interior, las casaspodían albergar hasta a seis familias del mismo clan.
La sociedad autóctona estaba dividida en tres grupos: la nobleza, los “comunes” y los esclavos.
Se entendían a sí mismos como parte del Cosmos, que estaba dividido en tres: el bosque, el cielo y el fondo del mar, de los cuales las principales deidades eran el oso, el águila y la orca respectivamente.
Cada clan le concedía importancia a una o más deidades de acuerdo con su cosmovisión.
En el potlach, los anfitriones queman en fogatas y regalan parte considerable de sus posesiones a los invitados, incluyendo esclavos como bienes materiales.
La obligación de los invitados es responder a los anfitriones con un potlach aún más grande.
Los vestigios arqueológicos indican la presencia humana en la costa desde hace 12 000 años aproximadamente, se han encontrado objetos de hueso y piedra en el “Complejo Olcott” en la zona del Estrecho de Puget en Washington.
La cultura de estos pueblos, se mantuvieron intactas hasta finales del siglo XVIII, ya que en 1774, un capitán español, llamado Juan Pérez, subió por la costa del Pacífico para reclamar el territorio para la Corona Española.
Las disputas territoriales del siglo XIX se gestaron entre rusos, ingleses y la recién formada nación estadounidense, dejando a los españoles fuera del control.