Allí conoció a Lketinga, un guerrero samburu, un grupo étnico emparentado con los Masái, del que se enamoró.
Seis meses después, regresó a Kenia para casarse con Lketinga y vivir en la aldea Barsaloi.
Su hija sufrió desnutrición y ella misma enfermó varias veces de malaria.
Además, tuvo graves conflictos culturales debido a las diferencias en la concepción de la sexualidad, la poligamia, la mutilación genital femenina o la educación.
El libro, titulado Die weisse Massai (La masái blanca), llegó a ser todo un fenómeno.