Los claustros deteriorados fueron reformados en el siglo XVIII, siendo el arquitecto a cargo Don Miguel Constanzó.
[5] Tenía, además, varias propiedades inmobiliarias dentro y fuera de la ciudad.
La iglesia fue cerrada y convertida primero en la Biblioteca Iberoamericana,[4] para al final ser el auditorio del edificio.
El convento tiene dos claustros grandes (divididos por sólo un corredor abierto) y dos patios más chicos, siendo los primeros construidos por Constanzó.
Su apariencia exterior fue totalmente renovada, cambiando su apariencia simple colonial por un estilo más afrancesado, construido con piedra de color que aparenta ser de caliza luteciana.