El aspecto actual del gran edificio se debe principalmente a las profundas reformas llevadas a cabo en los siglos XVII y XVIII, que lo convirtieron en una de las obras más atrevidas del barroco español, pero su fundación se remonta al XIII.
Les siguieron fray Gabriel Domínguez, Domingo de Andrade y Simón Rodríguez,[1] grandes figuras del llamado barroco compostelano.
La fachada real de la iglesia, mucho más sencilla, se encuentra al final del pequeño jardín.
La profusa decoración se concentra principalmente en el tramo central, donde se alternan espacios masivos con espacios excavados flanqueados por una enorme variedad de molduras, placas semicirculares y cilíndricas, grandes cornisas, frontones quebrados, placas, abrazaderas, volutas, etc., que producen un impresionante dinamismo visual reforzado por el juego de luces y sombras que producen todas esas formas.
En la nave también se encuentran varios altares churriguerescos dedicados a santos franciscanos.