Se contrató, para ello a los canteros trasmeranos Juan Vélez de la Huerta y su hijo, Pedro, quienes terminaron el edificio en 1622.
Ubicado extramuros de la ciudad, el Convento fue habitado inicialmente por religiosos Franciscanos Recoletos.
De la fábrica original sólo se conserva la iglesia; el edificio conventual propiamente dicho es un inmueble moderno.
Las mismas sostienen un frontispicio saledizo en semicírculo del que emergen tres pedestales rematados en bolas.
Las naves se dividen en cuatro cuerpos, dos de ellos ocupados por el coro, y están guarnecidas con altares.