Sus miembros se llamaron recoletos (Récollets), ya que el nombre de "reformados" lo habían adoptado los calvinistas.
Las guerras de religión en Francia habían tenido efectos perjudiciales en los conventos franciscanos.
En 1595, Bonaventura da Caltagirone, ministro general de los franciscanos, invitó a los menores reformados italianos a establecerse en Francia e iniciar una reforma y promulgó constituciones para la "provincia belga y germánica".
Hacia 1600, las casas recoletas ya eran cinco, entre ellas Tulle (1585), Nevers (1592), Limoges (1596) y París (1603).
Otros conventos siguieron el ejemplo y, hacia 1682, la reforma se extendía a Alemania, Bélgica, Países Bajos, Inglaterra e Irlanda.
Estos recoletos seguían una disciplina muy estricta, con un seguimiento riguroso de la regla original.
Benedicto XIII, al sancionar los estatutos en 1729, les pidió que dejaran la denominación de recoletos y algunas peculiaridades del hábito, pero Clemente XII los permitió continuar con ellos dos años después.