[1][2] Los primeros barcos que España enviaba con suministros a sus colonias ultramarinas solían ser presa de ataques piratas.
Los porteños de dicha época no podían obtener los productos básicos para su subsistencia, ni contaban con los medios o las técnicas para producirlos por sí mismos.
Oficialmente dicho comercio era ilegal, ya que las ciudades de las colonias españolas sólo estaban autorizadas a comerciar con su metrópoli, pero por dicha situación de necesidad los gobernantes locales no solían ofrecer ninguna resistencia notable a su realización.
Los productos ingresados de contrabando a Buenos Aires se expandían luego por Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Jujuy, Salta, La Rioja y Catamarca.
Sin embargo, Buenos Aires volvió a afrontar escasez poco tiempo después: tras la Batalla de Trafalgar los británicos dominaron por completo los mares, y España no pudo enviar suministros en las cantidades requeridas por sus colonias.