Es un mandato Divino que su autoridad sea respetada y cumplida no sólo por miedo sino por un motivo de conciencia».
Confirmaba los derechos humanos básicos que se garantizaban ya en el Manifiesto de Octubre, pero estos quedaban supeditados a la ley.
El Capítulo III establecía la regulación del cuerpo de leyes.
El artículo 42 estipulaba: «El Imperio ruso está gobernado por leyes firmemente establecidas que deben ser debidamente promulgadas».
El artículo 44 de este capítulo establecía que: «Ninguna ley nueva será promulgada si no es con la aprobación del Consejo de Estado y la Duma Estatal, y no será legalmente obligar a su cumplimiento sin la aprobación del Emperador Soberano».