Sin embargo, mientras estaba de vacaciones en su velero en el Pacífico, el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt mandó un mensaje por radio a Londres condenando la conferencia por intentar estabilizar la moneda, e indirectamente declaró que los Estados Unidos no participarían en las negociaciones internacionales con los demás países.
El documento pactado en Suiza indicaba que las deudas intergubernamentales suponían un grave obstáculo para la recuperación económica, y como tal debía darse una solución a este problema.
Expertos norteamericanos como el senador Borah sostenían que «los problemas del mundo eran debidos a la guerra, a la contumacia de Europa en mantener grandes ejércitos, y a la mala administración del dinero«; por lo tanto, no estaba dispuesto a aplazar, reducir o cancelar el pago de las deudas «y dejar que Europa continúe con un programa que ha puesto al mundo en su apurada condición económica actual».
Aunque Roosevelt estaba sopesando modificar nuevamente su posición y aceptar una nueva tasa de cambio dólar-libra en un valor medio, finalmente decidió no contraer ninguna obligación.
[9] Por el contrario, John Maynard Keynes celebró la decisión del presidente estadounidense y la calificó de «correctísima» y Irving Fisher escribió a Roosevelt para comunicarle que su decisión «le había hecho el hombre más feliz del mundo».