Enrique tenía dos intenciones, ser coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por el Papa en Roma y, para que el pontífice en cuestión tuviera un título inexpugnable —uno que no arrojara dudas sobre el título imperial conferido— establecer el orden en el Ducado de Roma.
Un Papa presidió desde la Basílica de San Pedro, otro en Letrán y un tercero en Santa María la Mayor.
La afirmación del tercero, Gregorio VI, era peculiar porque había comprado el título de buena fe a Benedicto IX dos años antes.
En 1045 Benedicto IX, no habiendo recibido su recompensa, regresó a Roma y renovó su derecho al papado.
Una forma del concilio se repitió en Roma al día siguiente para supervisar la destitución de Benedicto.
Como primer acto pontificio, Clemente II colocó la corona imperial sobre su benefactora y reina consorte, Inés, hija del duque Guillermo V de Aquitania.