El año 1080 se convocó en Roma un concilio por Gregorio VII y celebrado después de la batalla que ganó Rodolfo a Enrique.
El primero quería que Bretaña reconociese a la Iglesia de Tours por su metrópoli pero el Papa no pudo terminarla.
Se reiteró la prohibición de dar o recibir investiduras.
Se renovaron las excomuniones contra algunos Obispos y contra los Normandos que saqueaban en Italia las tierras de la Iglesia.
Diccionario portátil de los Concilios, Pons-Augustin Alletz, 1782